Parece un sinsentido entrar a participar en un certamen el cual es, supuestamente, casi imposible ganar. Es bien sabido que los clubes brasileños han ejercido una superioridad marcada durante los últimos años en la Copa Libertadores, ganando 5 de manera consecutiva y coronándose en 6 de las últimas 10 disputadas.
Sin embargo, no ha habido imperio en la historia humana que se perpetuara eternamente en el poder. Ni el Bizancio, con sus 1480 años siendo la fuerza más grande de la que se tenga registro, pudo evitar sucumbir ante la ambición del Imperio Otomano, quienes se atrevieron a desafiar al colectivo más dominante del que se tiene registro.
Y 5 años no son nada en comparación con 1480. Pero, para encarar a una fuerza superior, lo mejor es tener un plan de equipo. Una idea que permita pujar conjuntamente hacia un objetivo que se torna difícil.
La mala noticia es que, a pesar de tener una estrategia que aparente ser infalible, la individualidad y sus arrebatos se presentan como la amenaza más grande que puede tener un líder que ha ideado detalladamente un plan para conseguir su gesta.
Junior de Barranquilla se presentó como una verdadera aplanadora en su último partido ante La Equidad. El equipo de Arturo Reyes salió con gran ímpetu desde el camerino y logró someter con categoría a su rival en muy pocos minutos. Pero, el desenfreno de un solo jugador cambió el sentido del cotejo hasta el final.
Muchos alegan que jugadores con las características particulares en la personalidad de Jermein Peña son necesarios en una plantilla. Y eso es cierto. En el fútbol se precisa esa cuota de picardía que brinda una especie de seguridad a un equipo. Pero, solo si es bien administrada.
Es allí donde es necesario no confundir un par de términos que suelen generar confusión: el temperamento y el carácter.
Mientras el primero se refiere a los rasgos innatos de una persona, que determinan su estilo básico de comportamiento o reacciones emocionales, relacionándose con aspectos más genéticos y biológicos, el segundo se desarrolla a lo largo del tiempo a través de experiencias, educación y la influencia del entorno.
El primero es ese instinto salvaje, algo invariable. Mientras que el otro es el resultado de la combinación entre la esencia con la que cada uno viene a este mundo y lo que hemos aprendido para determinar qué nos conviene o qué no, de acuerdo a cómo actuamos con base en nuestro comportamiento.
La acción de Peña contra el equipo bogotano fue meramente temperamental. No tuvo ningún sentido, pues esto no traía nada de ventaja para él o para el equipo. Eso no es lo que necesita Junior en la Copa Libertadores, mucho menos enfrentando al joven ‘imperio brasileño’.