Como una bola de ‘bowling’, el intrépido José Enamorado rodaba por el césped del estadio Metropolitano e iba desparramando rivales, que caían como conos ante los fantasiosos amagues del habilidoso jugador soledeño.
No contento con someter a los defensas del Once Caldas, el aventurero jugador desafió las manecillas del reloj y se tomó un tiempo extra para ver la posición del arquero, quien vio en primera fila cómo sus compañeros fueron estafados por las gambetas de la joya que tiene Junior de Barranquilla.
Tenía todo el arco a su merced para colar el balón en donde quisiera, pero Enamorado quería que su estocada estuviera a la altura de todo lo que había hecho previamente. Vislumbró el ángulo que Ezequiel Mastrolía concedió con el largo de sus piernas y coló el esférico por el marco inferior del golero argentino.
¡Golazo de colección! De esos goles que quedan en la memoria del hincha para siempre. De esos tantos que saldrán a relucir una y otra vez con el paso del tiempo. De esas anotaciones que desde ya generan nostalgia, aunque los años no hayan pasado aún.
La obra de arte de Enamorado ha recibido elogios en todo el mundo. Su fantástico gol es comentado por los grandes referentes de la opinión pública y hasta lo han comparado con proezas conseguidas por íconos mundiales como Lionel Messi, Diego Maradona y Mesut Özil.
Pero, en medio de la alabanza también puede haber injusticia. Y esto se debe a que la acción del extremo ha eclipsado a dos partes que hacen más fantástico su gol, pues tendemos a quedarnos solo con la última pincelada y nos olvidamos de todo el proceso de la obra.
Primero, observemos que Jermein Peña sale con un zapatazo de fútbol americano, en el cual encuentra a Carlos Bacca luego de recorrer unas 30 yardas. La presición del pase del zaguero es admirable, pero el grado de complejidad de la ejecución es simplemente asombroso. El defensa samario lo hizo con el borde externo del pie o, como lo solemos llamar, de ‘tres dedos’.
El delantero porteño recepciona con su cuerpo y usa el mismo control para perfilarse de cara al campo rival, en donde ve la intención del soledeño, a quien le manda un soberbio balón al espacio. El capitán de Junior entendió la jugada a la perfección, ya que, para que se ejecutara de la manera en que se hizo, era prescindible la velocidad de un jugador como Enamorado.
Al final, sucedió lo que nos ha descrestado a todos. Magnifica definición del artista, sí. Pero, no nos olvidemos de sus asistentes en la obra.