El Estadio Metropolitano de Barranquilla se convirtió en escenario de una situación insólita durante el partido entre Junior de Barranquilla y Envigado. En medio del encuentro, un perro se coló al campo y comenzó a jugar con la pelota, interrumpiendo brevemente el desarrollo del juego.
Lo curioso es que este mismo canino ya había interrumpido un partido anterior del equipo barranquillero en la Copa Libertadores 2024. La situación no pasó desapercibida para la Dimayor, que en su última publicación de sanciones reveló que el club rojiblanco sería penalizado con una multa de casi siete millones de pesos por la inusual interrupción.
La decisión se basa en la infracción descrita en el artículo 78 del CDU de la FCF, correspondiente a la interrupción del juego por causas externas al mismo.
La medida, que implica el pago de seis millones quinientos mil pesos ($6.500.000), ha generado diversas reacciones entre los aficionados y la opinión pública. Algunos consideran la sanción excesiva, argumentando que se trató de un incidente fuera del control del club, mientras que otros creen que es importante mantener la seriedad y el orden en los eventos deportivos.
Este episodio demuestra que, en el mundo del fútbol, los imprevistos pueden ocurrir en cualquier momento, incluso en forma de un perro juguetón que decide hacer una aparición estelar en pleno partido. Sin embargo, también deja en claro que las autoridades deportivas están dispuestas a tomar medidas para garantizar el desarrollo adecuado de los encuentros y la integridad de la competencia.